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A raíz de los últimos cambios de gobierno en España, la investigación científica será gestionada por una Secretaría de Estado dependiente del Ministerio de Economía. Dedico este artículo a recopilar textos que argumentan que esta decisión es un error. La política económica y la investigación científica tienen objetivos, dinámicas, plazos, procedimientos y estrategias claramente diferentes (aunque no necesariamente divergentes en todo momento). La investigación científica no puede estar subordinada a la rentabilidad y a la competitividad. James W. Cronin, Premio Nobel de Física en 1980, explica en una entrevista que:

la motivación de la ciencia no es práctica, es simplemente el contestar preguntas, pero en muchos casos resulta a la larga extraordinariamente útil

o dicho con palabras de Richard Feynmann:

Physics is like sex: sure, it may give some practical results, but that’s not why we do it.

Miguel Angel Quintanilla, director del Instituto de Ciencia y Tecnología (Universidad de Salamanca) y ex secretario de Estado de Investigación (2006-2008) que preparó el actual Plan Nacional de I+D+i) argumenta en una entrevista que:

La nueva orientación, muy vinculada a economía y a la aplicación industrial de la ciencia… No me parece mal, pero hay un riesgo: que quede relegada la investigación básica, la formación de investigadores y la excelencia científica. La ciencia no es un negocio y tiene su propia dinámica»

Amaya Moro-Martín, portavoz de la plataforma Investigación Digna e investigadora del Centro de Astrobiología en Madrid, afirma en un artículo:

Con esta selección de ministerios, el Gobierno demuestra haber hecho un análisis erróneo de cómo la investigación científica puede ayudar a cambiar el modelo productivo. Pero la realidad es que no hay atajos; no se puede prescindir de la investigación básica; no hay ciencia aplicada sino aplicación de la ciencia.

y en otro artículo:

¡Ciencia es Educación! De lo contrario corremos el riesgo de que Ciencia acabe siendo, una vez más, Asuntos Exteriores.Ciencia y Universidades deben ir siempre de la mano. Las universidades son la cantera de las nuevas generaciones de científicos y los centros de investigación de excelencia deberían considerarse absolutamente fundamentales para su formación. Ciencia-Universidad es una sinergia a la que no se puede renunciar y ha de potenciarse a nivel ministerial.

Por último, un extracto de un artículo de Ruy Pérez Tamayo, médico, investigador y académico mexicano:

[…] la única clasificación aceptable de la ciencia es en bien hecha y mal hecha, y que debemos olvidarnos de la última; […] los resultados de la ciencia bien hecha no son anticipables, porque ésta consiste en hacer preguntas sobre lo desconocido. Si los resultados de un proyecto de investigación son tan predecibles que hasta permiten su calendarización rigurosa por cuatrimestres dentro de un periodo fijo de 2 a 3 años, entonces ya casi no vale la pena llevarlo a cabo. La burocratización de la ciencia es su peor enemigo, porque pretende transformarla, de una aventura del pensamiento, en un contrato por obra determinada. Para los científicos, el laboratorio es un espacio de actividad esencialmente creativa, mientras que para los burócratas más bien se parece a un taller de reparación de automóviles. Acepto que es indispensable que los automóviles caminen y que haya talleres que los mantengan en funcionamiento, pero sostengo (en el sentido de Pereira, el admirable personaje de Tabucchi) que la ciencia es otra cosa.